La Santa Cena de Benasal de Gonzalvo

     Es Gonzalvo un artista de una formación principalmente académica, línea primordial que ha dictado siempre sus procedimientos básicos en cuanto a sus acercamientos creativos y su alma interpretativa. Fue, como muchas veces ha expresado, en la herrería tradicional, allá por los lejanos años cincuenta, donde abordó unos primeros divertimentos exitosos que vinieron a completar, primeramente, sus muestras pictóricas, acabando por trasladar al terreno tridimensional todas aquellas aportaciones personales, concepciones hasta ese momento tan sólo mentales e ideológicas. Siempre cultivando la representación del natural ligado a lo figurativo o simbólico, fue capaz de romper con los formulismos tradicionales de la estatuaria clasicista y academicista, de gran realismo, tan fuertemente implantada en nuestra cultura artística. Sin embargo, en lugar de abstraerse de esa fuente partió de la escultura vernácula, donde encontró tantos y tan buenos referentes, para acabar presentando sus ideas y concepciones de lo nuevo, sin responder ni hallarse inmerso, de manera estricta, a movimiento artístico alguno. Gonzalvo es producto de su tiempo, inmerso en plena posguerra, con cierta inclinación a los grupos de grandes dimensiones, casi colosales, donde modelar los vacíos, con cuerpos casi transparentes, ante grandes, enormes espacios, queriendo dirigir una epopeya con la orquesta de sus grupos escultóricos. Sus figuras son rotundas y alejadas del sentido académico estricto, aunque en algunas, el recuerdo del canon clasicista se encuentre tan presente, huyendo del detalle e incidiendo en el rasgo que define al personaje y su significado, como en el gótico se definían los santorales con sus diferentes atributos. Un léxico a medio camino entre lo antiguo y lo nuevo que caló enormemente en la sociedad de su tiempo, con la que mostró completa convivencia. Algo parecido a lo que le sucedió a otros escultores nacionales como Cristino Mallo, el constructivista Jorge Oteiza, Venancio Blanco o el abstracto Pablo Serrano.

     De la obra del Cenáculo de la Capilla de la Comunión, Rodríguez Culebras expresó: “Desbrozó por los sesenta entonces poco menos que inasequibles caminos con una monumental Última Cena concebida al mismo tiempo como tabernáculo al fondo de la capilla de la Comunión, con otros complementos como el Ángel portalámparas y la Cruz”. Sin duda, la obra del cenáculo de Benasal, la cima de su producción en nuestra opinión, fue realizada en un momento en que el artista se encontraba en la plena madurez de su arte.El retablo-tabernáculo de la Última Cena de la Capilla de la Comunión es, de por sí, un compendio que podría definirse, de manera certera, como un atrevimiento de gran profundidad espiritual. Realizada en los años sesenta, constituyó una audaz apuesta por la renovación y la innovación dentro de lo figurativo en el campo religioso de nuestra diócesis, aunque no supusiera lastimosamente la concepción de secuelas o influencias. Tan atrevido como conmovedor y valiente, el grupo recuperó para el arte lo mejor de la artesanía técnica del metal, con un apostolado dispuesto entorno a Cristo alrededor del cenáculo, complementado por otros elementos como el Ángel portalámparas o la cruz de altar. Gran exponente de la conquista del arte de vanguardia en pro de la espiritualidad y el hecho cristiano, la obra discurre por unos caminos expresivos de una calidad y dignidad tales que debe situarse entre las piezas clave de temática religiosa de toda la segunda mitad del siglo XX español.

     La obra emplea componentes circulares incorporados al conjunto compositivo general, con rostros y figuraciones mucho más rotundas, realistas, voluminosas -como bien expresa la figura del Ángel cantor de la Colección Puntes de Zaragoza-, que en algún momento recuerda la obra de José Luis Sánchez en piezas como el Calvario premiado en la Bienal de Salzburgo (Casa de Ejercicios de las Esclavas, Madrid) -con grandes remembranzas esquematizadas de lo bajomedieval-, y menos diáfanas que las de su obra posterior, de formas mucho más truncadas, se introdujo una aportación plástica más acorde a la representación del Hijo del Hombre del Libro de Daniel, a través de la apariencia humana de Cristo, verdadera preocupación constante del mundo cristiano desde sus orígenes. El rostro de Cristo, el Emmanuel profetizado por Isaías, representa la culminación de todo sueño artístico, la identificación definitiva de un ideal de fe, de inspiración inconsciente del artista que dirige su mano, que le inserta de pleno en la dualidad del contexto espiritual y terreno, en una realidad devocional diaria y cercana a las necesidades del culto y del fiel. Tan cercano quiso ser el maestro que introdujo treinta monedas de la época en la bolsa metálica de Judas.

     No es casual la abundancia de obras del maestro en Benasal, así como la relación estrecha con sus habitantes. Nacido en el año 1929, de padre rubielano, su madre era de la localidad castellonense, de la familia Miralles-Vives, pasando en la localidad materna algunas temporadas a lo largo de su vida. La primera actuación artística en el pueblo habían sido los frescos de la ermita del Loreto, a la que siguió la citada obra de la Santa Cena en la capilla de la Comunión de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, encargada por el párroco Mosén Aurelio Ferrando. Y de esta manera, a la magnífica obra del cenáculo sucedieron, también en la localidad, la plasmación de otras, como la Asunción de la Virgen de la hornacina de la portada mayor de la parroquia, donada por Gonzalvo poco tiempo después de instalarse la Santa Cena en la capilla o las obras de la ermita de San Liborio del Balneario de Font d’En Segures, con un magnífico crucifijo en el altar mayor, la cruz de remate en la espadaña de la ermita, un panel exterior y un Via crucis a modo de friso corrido, conformado con una gran riqueza de planos truncados, entrantes y salientes y espacios diáfanos, alternando con los grupos de los catorce pasos. En la inspiración de esta última obra parece querer rememorar su aportación en el Calvario de su Rubielos natal (1964-1967). Más tarde se instaló el retablo Alegórico en el paramento exterior del templo, en la plaza del Ayuntamiento, monumental mural conmemorativo del 750 aniversario de la fundación de Benasal, celebrada en el año 1988.
     La obra, en definitiva fue una apuesta difícil y arriesgada. El encargo fue hecho por el párroco en contra de la opinión del Señor Obispo Pont i Gol, que estimó que dicha obra nunca sería comprendida ni apreciada por el pueblo de fieles. Ante tal comentario, el sacerdote respondió que “por alguna parte se tiene que empezar para que la gente se acostumbre a que las iglesias no sólo son dorados y colores”.


(Fuente: CERCÓS ESPEJO, S., y MONTOLÍO TORÁN, D., En "Espais de Llum", La Luz de las Imágenes, Burriana, Vila-real, Castellón, 2008. Catálogo de exposición.)