El Relicario de la Vera Cruz en Rubielos

Resumen de la Conferencia dada en Rubielos, en la parroquial,
el 5 de septiembre de 2001.


     La importancia y difusión bajomedieval del culto a la Vera Cruz en la Corona de Aragón viene totalmente determinada en el reinado del rey MARTÍN EL HUMANO, quien hace llegar el primer fragmento de la reliquia a la Catedral de Barcelona. Este hecho resultó trascendental para la rápida difusión de la advocación por tierras de la Corona de Aragón, sobre todo patente a través de la predicación de las órdenes mendicantes erigiéndose, además, parroquias y poblaciones con dicha denominación.
     Órdenes monásticas como la dominica o la franciscana, como custodiadores de los Santos Lugares de Jerusalem, contribuyeron a la fama de esta festividad dentro del calendario litúrgico. Los primeros como promotores de la devoción a la Sangre de Cristo y los segundos unidos a Cofradías de la Vera Cruz o de la Santa Cruz. Ambas órdenes tuvieron un papel decisivo durante siglos, no solo en el campo de la predicación sino también en el de la asistencia a las poblaciones en centros hospitalarios y durante las epidemias o pestes.
     La introducción de la devoción de la Sangre de Cristo y a la Pasión de Nuestro Señor vino, sobre todo, del antiguo foco del Hospitalico, fundado como Hospital para pobres y donado por Juan Rosell y su esposa en el año 1386. La existencia de un Hospital regentado por frailes en la baja edad media contribuía a la existencia de figuras de Cristo crucificado en todo el dolor de su muerte, incidiendo en el dolor del Hijo del Hombre para sosegar los padecimientos de la enfermedad.

LA VERDAD DE LA MUERTE
     A partir del siglo XIII la condición divinida de Cristo decayó en favor de su consideración como condición humana. Se crea un cristocentrismo donde la humanidad de Cristo es el centro en torno al cual se mueve la espiritualidad, imitando el ejemplo de su sufrimiento; es la Contemplatio Christi, siempre seguida por la imitatio Christi. Como fruto de esa mayor humanización se potenció la veneración de las reliquias de la Cruz y de los instrumentos de pasión o Arma Christi, muchas veces asimilada y radicalizada en la condición de los mismos disciplinantes, como los que acompañaban al propio San Vicente Ferrer en su deambular por los caminos de Europa.
     Una piedad alimentada por la predicación de San Bernardo (1090-1153), popularizándose con la aportación de San Francisco de Asís (1181-1226) y los textos de místicos como Santa Brígida, Pseudo Buenaventura, Santiago de Vorágine o Sor Isabel de Villena, cultivadores de las Vitae Christi.
     El siglo XVII, marcado en sus inicios por una marcada sensibilidad con los temas de la Pasión a través de la Eucaristía con la CONTRARREFORMA (Patriarca Ribera), trajo consigo la aparición de santeros o venerables, como es el caso del Venerable Jerónimo Simó, muerto en 1609, y marcado ejemplo de la sensibilidad del momento con los temas pasionales que, en este caso, como en otros, acabaría con la intervención de la Inquisición, salpicando hasta el mismo pintor Francisco Ribalta, siempre reaccionaria con estos brotes propios de una mentalidad mucho más medieval y basada en términos mágicos y en creencias populares, opuestas al espíritu progresista religioso del momento.
     El siglo XVII también es una centuria especialmente sensible en Rubielos. La cercanía de la PESTE en la comarca caló muy profundo en el ánimo de la población. En el concejo general del 11 de marzo de 1.652 "dan cuenta, que debido a la enfermedad de la peste (1650), el Concejo votó hacer una ermita al San Roque". De esa manera se explica, en parte, la insistencia de los representantes locales en la llegada de la reliquia protectora de la Vera cruz.
     La realidad de que un hombre estaba expuesto a la pérdida de la vida en cualquier momento o ser presa de un gran dolor por enfermedad estaba más que presente. En estas circunstancias epidemiológicas, la muerte era algo público y brutal, tanto o más que en tiempos de guerra. De esa manera los fieles buscaban consuelo para sus dolencias en el ejemplo de Cristo, que tras su dolor acabó saliendo victorioso.

LA IMAGEN DE CRISTO EN RUBIELOS
     La Cofradía del Salvador y la Longitud de Cristo: La creciente devoción por la imagen de Cristo, de su Pasión y muerte, aparece fuertemente establecida en Rubielos desde la segunda mitad del siglo XIV, existiendo en la localidad una Cofradía del Salvador con la imagen titular de la Longitud de Cristo (ca. 1390).
     Los retablos de la Vida de María y la Trinidad (Gonçal Peris). En la predela del retablo de la Vida de María encontramos un ciclo de Pasión completo, y en el segundo una visión del crucificado y de la Trinidad como Trono de Gracia.
     El retablo del Salvador del siglo XVI: la plasmación devocional de la Longitud vendría a ser sustituida en 1515 por un Retablo del Salvador, desaparecido, obra del pintor valenciano Juan Boyra, fruto de una evolución estética más trentista y humanista del culto a la figura de Jesús.
     El Retablo del Salvador de 1660: Con la erección de la nueva Iglesia Parroquial de Santa María La Mayor, pese a la advocación mariana titular, se planteó la dedicación de una de las capillas al Salvador, asimilada a la familia de Salvador Tonda, tallándose un retablo con esta temática en 1660 y conservándose el lienzo principal original, interesantísimo pero muy degradado, posiblemente debido a la mano del pintor Jerónimo Jacinto de Espinosa.

EL LIGNUM CRUCIS EN RUBIELOS
     Como consecuencia del fuerte asentamiento de la devoción cristológica en nuestras tierras, fue a finales del siglo XVI cuando se propuso la celebración de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre. Un acta notarial redactada por representantes eclesiásticos y civiles de Rubielos, datada el 17 de enero de 1580, dispone la celebración AD PERPETUAM SEI MEMORIAM de la exaltación de la Santa Cruz a 14 de septiembre, concedida por privilegios reales, feria y votada como advocación patronal del lugar.

EL LIGNUM CRUCIS DE 1666
     Fuertemente implantada la celebración desde finales del siglo XVI, no se realizaron los primeros pasos para conseguir un fragmento de la venerable reliquia de la Cruz hasta el año 1665, tras la peste de 1650. En ese año viaja a Teruel Pedro Jossa a por la primera licencia para su obtención, seguida de un segundo viaje, realizado por Miguel Lázaro, en búsqueda de una segunda licencia, consiguiéndose por fin, en el año 1666, la teca con la reliquia.
     Para acoger dicha teca en un contenedor apropiado fue encargada una pieza digna a un orfebre desconocido de la ciudad de Valencia. El trámite con el taller debió de hacerse efectivo a través del vicario de El Toro, Palomar, quien en 1664 había regalado una reliquia de Santa Águeda a la parroquia de Rubielos. El mismo año y para la misma población se había adquirido un relicario Lignum y una custodia procesional, pagadas por el Mosén Juan Zorio. Ambas piezas, conservadas, debieron ser en todo parejas a las realizadas para nuestra parroquia.
     El relicario Lignum crucis de Rubielos fue realizado a juego con una custodia procesional del tipo sol, ejecutada según las nuevas necesidades litúrgicas contrarreformistas del momento. Realizada en plata sobredorada y repujada con esmaltes, llevaba base con repiés perforados a modo de tarjas para su fijación a un anda procesional. El astil o vástago portaba un nudo en forma de jarrón con asas. El viril, de doble círculo radiante de radios en el ara-coeli –conservado el interior-, tenía la tradicional forma de sol, con rayos flamígeros y lancetados rematados con estrellas con cabujones albergando vidrios de colores.
     Observando el trabajo del ostensorio de la desaparecida custodia mayor el Lignum Crucis, de talleres valencianos y de idéntica cronología, debió de tratarse de una extraordinaria obra de orfebrería de entre 70 y 80 cm de altura, elaborada en plata sobredorada, repujada, cincelada y torneada, con apliques de esmaltes nielados de fondo azul distribuidos por toda la pieza e insertos en cabujones. Llevaba pie irregular, con astil de nudo en forma de jarrón, y portaba, al igual que en otras piezas similares, el escudo de la villa de Rubielos, de necesaria presencia para certificar la autenticidad del destino de la pieza. La parte superior, en forma de cruz y con brazos con terminaciones de tarjas y perinolas, alojaba la teca de la reliquia en su intersección, también en forma de cruz latina.
     Estas dos joyas, al igual que toda la riqueza en orfebrería de la antigua Colegiata, Las dos cruces procesionales, las custodias, un busto de plata del siglo XV y todos los objetos del ceremonial, desaparecieron en julio de 1936, restando, tan solo, una colección de relicarios y dos candelabros de plata del siglo XVII,

EL LIGNUM CRUCIS DE 1951
     Es en 1951 cuando los clavarios de la Virgen del Rosario (Valentín Cebrián Edo, Miguel Torán Salvador, Juan Cebrián Edo, Alfredo Ferraro Ballester, Francisco Cortina Ortí y José Cervera Gay) deciden dotar a la población de la preciada reliquia perdida en tiempos de guerra y base esencial de devoción a la cruz desde el siglo XVII. Realizándose todos los trámites para la obtención de la Sagrada reliquia en Italia, es al final concedida por el Obispo de Asís JOSEPH PLACIDUS NICOLINI, quien certifica con su propio sello en el reverso la autenticidad de la misma “ [...] Ecce Lignus Sanctissimae Crucis dei nostri Jesu Christi... quam ex authenticis locis extractam reverenter collocavimus in theca argentea daurata rotundae formae [...] 10 mensis junii anno 1951 [...] “, colocada en una teca redonda de plata dorada.
     Para la salvaguarda de la teca se mandó realizar, en los talleres de José Bonacho de la calle Caballeros de la ciudad de Valencia -de donde procedían alguno de los clavarios- la pieza de orfebrería, firmada en la base de los repiés por el autor con las siglas “J. B”. De estética ecléctica de derivaciones barrocas, con claros ecos rococó, presenta una exuberante decoración en realce de rocallas, rosetas, lazos y elementos vegetales.
     Eran los primeros y duros años de la posguerra española. La práctica totalidad de las iglesias del país habían sido desposeídas de todos los objetos litúrgicos y de toda la orfebrería de sus armarios de la plata. Con el término del conflicto urgía la fabricación en serie de los elementos del ritual para atender a la demanda de las miles de parroquias sin estos elementos vitales para los oficios.
     Eran malos tiempos para la orfebrería. Salvo muy concretas y honradas excepciones la seriación de las piezas y la carencia de material de calidad llevaba a la realización de obras de baja calidad artística y técnica. La mayoría de los materiales como el latón o la alpaca, los más comunes en ese momento y mucho más económicos que la plata y no digamos que el oro, eran obtenidos de las chatarrerías.
     Por otra parte, y como es el caso, estas piezas más excepcionales solían ser demandadas por clavarios de las cofradías. Estas personas, de escasos recursos económicos, requerían la ejecución en el año que estaban al frente de sus asociaciones, por lo que solo las piezas fabricadas a molde podían satisfacer sus aspiraciones, olvidándose de trabajos más elaborados.
     Con unas medidas de 70 x 34 x 22 cm y realizada en latón dorado sin alma de madera y ensamblada mediante un tornillo longitudinal interior, observa pie circular moldurado de formas cónicas con 4 repiés, en forma de querubes, de fundición y apliques con esmaltes fotográficos policromados (a la manera de los empleados para esmaltar fotografía en las lápidas) con la representación de 4 escudos enmarcados. Al frente el escudo de Rubielos, según la heráldica vigente durante la posguerra, basada en su interpretación de los relieves labrados de la fachada principal de la Iglesia parroquial. En el perímetro, engarzados de manera idéntica, el escudo de la Ciudad de Valencia, lugar de elaboración de la pieza y de residencia de algunos de los comitentes de la obra, el escudo de Teruel y el escudo preconstitucional de España.
     El vástago, con sencilla macolla circular con anillo intermedio entre los casquetes, termina en una moldura, a modo de capullo invertido de hojas de acanto, donde asienta la cruz superior. Ésta presenta los tres brazos de idénticas dimensiones, con recargada decoración en realce de elementos lobulados y terminaciones flordelisadas. En el anverso lleva aplicados cuatro medallas de plata con las figuras de medio cuerpo de los 4 Evangelistas, entre cuyas formas se disponen cuatro motivos ornamentales con la temática de la Pasión: los clavos, la columna y las antorchas, la cruz y el lienzo del descendimiento, la escalera y la lanza. En el reverso se marcan los perfiles flordelisados, dejándose para los fondos un tratamiento en cuadrícula
     En la confluencia de dichos brazos se ubica la teca circular, recipiente cilíndrico circundado por una corona de espinas de plata en su color, con un trabajo de filigrana de filamentos de argénteos simulando pétalos, dentro de la que se sitúa la reliquia, asida al recipiente por unos cordoncillos.
     Esta pieza constituye, pese a su aparente sencillez, uno de los pilares básicos de la devoción a la cruz en Rubielos. Testimonio único de los difíciles años cuarenta y cincuenta, cabe recordar que ejemplifica a la perfección la situación social, económica y religiosa del Rubielos de aquellos años terribles de posguerra. Es clarificador que uno de los primeros objetos llegados a Rubielos tras la destrucción de julio de 1936 fuese, precisamente, la reliquia de la Vera Cruz.