La tarea del lavado de la ropa siempre ha sido ingrata, sobre todo en otros tiempos, donde la inexistencia de las modernas técnicas (a partir de 1860) hacía de esta tarea un ingrato trabajo. Hasta entonces todas las prendas se lavaban minuciosamente a mano, un ejercicio tan agotador que propiciaba que, como máximo, esta actividad sólo se realizará, como mucho, una vez al mes, incluso en hogares acomodados, disimulando con perfumes los malos olores. Se solía lavar junto a cursos de agua corriente o lavaderos públicos, calentando el agua con hogueras con tinas donde se metían las piezas. Las mujeres escurrían la ropa con sus manos, utilizando jabón de grasa de origen animal y ceniza, restregando las telas sobre una mesa y luego se tendían.
Tina de la parroquia de Cabanes (Castellón) |
La ropa eclesiástica o litúrgica, considerada como consagrada se lavaba, por tanto, aparte de la ropa común, con gran cuidado también por ser buenos y caros materiales: seda, terciopelos, bordados ... y, por este motivo, más delicada, por lo que debía cuidarse y conservarse en gran manera. Para el lavado de ropa de este tipo se empleaban tinas como ésta, una pieza de grandes dimensiones fabricada en cerámica popular y decoración sencilla de líneas en bandas exteriores. Si bien deben considerarse como verdaderas piezas etnológicas, es muy importante su interés histórico, pues son muy pocas las conservadas en situ.
La verdad es que, a pesar de haber pasado muchas veces por la antigua capilla de Administración de los Sacramentos, hoy almacén y simétrica en ubicación a la sacristía antigua, al otro lado del presbiterio, fue el otro día, una vez pasada la fiesta del Pilar, cuando me dí cuenta de que allí estaba, en su lugar bajo el grifo. Como no llevaba cámara, os pongo aquí una que el otro pude ver y estudiar en la iglesia parroquial de Cabanes, donde la tienen expuesta como pieza importante, por su valor para el conocimiento de nuestro pasado... lo que son las cosas. ¡¡¡Cuanta riqueza inmaterial conservamos y que poco la conocemos!!!